Las 3 reinas magas

         Es popularmente dicho que todo vuelve a su lugar. Lo que sube, acaba bajando; el que gana mucho, puede acabar perdiendo y nuestras buenas o malas acciones acaban. Esta es una historia que habla de eso. 4 hermanas que tomaron distintas decisiones y al final todo volvió a su sitio.

Hace muchos y muchos años, en un reino de nombre olvidado, donde todos vivían en paz y armonía, reinaban cuatro hermanas. La magia era muy rara en ese reino, y solo unos pocos lograban controlarla. Por eso, el rey Udnrophilae llevó a su mujer embarazada a un lugar especial. Un sabio y viejo mago les recibió, y el rey le pidió que hechizara el vientre de su mujer para que naciera su hijo  con dones extraordinarios. El sabio mago aceptó, pero con una condición. El rey debía estar 4 meses sin comer, tan solo ingiriendo líquidos. Si lograba hacer eso, mostraría que confiaba en el mago y que era digno de que sus hijas tuviesen dicho poder. Así que, cuando el hombre llegó a su castillo, dió a sus criados la nueva orden respecto a sus comidas. 

El primer mes lo pasó sin problema. Sí era cierto que echaba de menos sus manjares favoritos, pero no era nada que no pudiese soportar. El segundo mes, se empezó a notar un cambio físico en él: sus mejillas más marcadas, se le notaban algunos huesos y había perdido la fortaleza que solía mostrar. El tercer mes, estuvo a punto de abandonar durante distintas ocasiones. Echaba demasiado de menos comer correctamente y empezaba a estar cansado de esa pantomima, pensando que el mago tan solo le había tomado el pelo. Llegado el cuarto y último mes, el hombre empezaba a ver algo de luz al final del túnel. Faltaba muy poco para que acabase el plazo y comparado con lo que había pasado, lo que quedaba no era nada. Pero, un día, a muy poco del nacimiento de las niñas y el fin del plazo, vino un príncipe galán de otro reino vecino a visitarle. Estuvieron hablando y bebiendo toda la tarde, y cuando llegó la hora de la cena, el rey se disculpó para ir a sus aposentos. Sin embargo, el príncipe le dijo que no se retirase, que la noche era joven y aun podían estar juntos. El rey aceptó y siguieron hablando y bebiendo. A altas horas de la noche, el rey estaba ya muy borracho, y le costaba distinguir entre lo real y lo que no lo era. El invitado sacó un racimo de uvas y empezó a comerlas lentamente, saboreándolas. Sin saber la condición que sufría el rey, le ofreció una de esas uvas. El soberano, entre risas, la tomó, diciendo que por una sola no iba a pasar nada, que el mago ya le había tomado suficientemente el pelo. En cuanto la comida entró en su boca y fue tragada, todo cambió. El aspecto del joven empezó a distorsionarse hasta convertirse en la cara de un viejo conocido. El mago.

—¿Cómo has osado a comer de mis uvas? —Vociferó, furioso —La condición decía explícitamente que no ingirieras nada sólido, y acabas de romper nuestro pacto. Por eso, vas a ser maldecido. Tu mujer va a tener muchos hijos, pero ninguno va a ser varón y esto va a acabar con tu dinastía.

Dicho esto, el viejo se desvaneció en el aire y se escuchó un grito que provenía de las estancias. El rey corrió en esa dirección y se encontró a su mujer, a la cual le había crecido la barriga exageradamente y estaba a punto de dar a luz. Muchas horas más tarde, entre gritos, sudor y trabajo, el hombre entró a la estancia con la reina. Esta ya había dado a luz, pero lo más sorprendente era que en vez de un llanto, allí dentro había cuatro. 

Las niñas crecieron sin ningún problema. Su padre las tenía vigiladas todo el día, ya que, aunque no se fiase del mago, no estaba de más ser precavido. Una tarde de invierno, cuando las niñas debían tener unos 10 años, fueron al lago a dar un paseo. Estuvieron jugando como siempre, con la mala suerte que en un momento, una de las chicas cayó al agua. Lo impresionante fue que el líquido se solidificó, convirtiéndose en hielo. El rey se puso muy feliz, una de sus hijas podía controlar el agua (por eso la pudo cambiar de estado). Tiempo después, también se descubrió que otras dos hijas controlaban elementos (aire y tierra respectivamente). Eso era muy buena noticia, ya que cuando tuviesen que reinar, les servirían de mucho. 

El tiempo pasaba y la última de las hijas no desarrollaba ningún poder. Todos pensaban que iba a ser el fuego, ya que era el elemento que faltaba, y aunque ella se pasase horas y horas frente a la chimenea, nunca sucedía nada. Sus hermanas se pasaban el día fuera de palacio, yendo de vila en vila a ayudar a los pueblerinos gracias a sus poderes. Así se ganaron el amor del pueblo, que poco a poco fue olvidando la existencia de una cuarta hermana.

Cuando ellas llegaron a la edad adulta, su madre murió a causa de una enfermedad. Ni siquiera los mejores curanderos ni los poderes de las chicas lograron salvarla. Fue un tiempo oscuro para el reino. Su marido empezó a caer en depresión, habiendo perdido a lo que más amaba. Así que no tardó mucho tiempo en reunirse con su amada.

Así que quedaron cuatro mujeres a cargo del reino. Se dividieron las tareas, para así poder trabajar más fácil y efectivamente. Viento se quedó en palacio, para así poder atender a los que venían allí en busca de favores o consejos. Agua iba de pueblo en pueblo, como cuando eran más pequeñas e iban las tres, para así ayudar al prójimo. Tierra se encargó de mejorar los campos, la vida de los animales del lugar y las cosechas, haciendo que el reino tuviese más comida. En cambio, la que debía ser Fuego (apodada Nada por su falta de poder), se quedó en un rincón del castillo, olvidada, sin ver a nadie, haciendo el trabajo que nadie quería de gobernar. Sus hermanas la encontraban inferior ya que no había desarrollado ninguna habilidad y casi no pasaban tiempo con ella. El resto de la gente, acabó olvidando su nombre. 

Muchos más años pasaron, en los que las hermanas iban envejeciendo. Las tres reinas se casaron con caballeros de los alrededores, pero por mucho que lo intentaron, ninguna logró engendrar un heredero. Nada, conocedora del problema de sus hermanas, quiso ayudarlas. Se sentía sola y pensaba que si lograba que alguna de las tres tuviese un hijo, la volverían a aceptar como una de las suyas. Así que recorrió todo el reino en busca de curanderos, magos y hechiceros, pero ninguno pareció tener la solución. Nada acabó dándose por vencida y se encaminó de vuelta a casa. Mas tuvo un problema y es que empezó a llover a cántaros y no tenía donde refugiarse. No podía hacer uso de  su título para que le diesen una cama en una posada ya que nadie sabía de su apariencia, y eran pocos los que recordaban su existencia. Acabó sentada bajo un árbol, donde el agua se filtraba un poco y no la empapaba por entero. Cerró los ojos, tratando de dormir, pero solo consiguió empezar a estornudar a causa del frío. 

Cuando la lluvia amainó, un anciano salió de su casa y la vio allí en el suelo, acurrucada y mojada. La ayudó a llegar a la casa y la arropó y cuidó hasta que Nada mejoró. Ella, contenta de sentir que alguien por fin se había preocupado por su bienestar, decidió quedarse a vivir con él y así ayudarle con todas las tareas que al hombre le costaba realizar por causa de la edad. Acabaron siendo muy cercanos, y una noche de verano, bajo la luz de la Luna, ella le confesó que era hermana de las tres reinas. El anciano creyó sus palabras, pues no tenía motivos para mentir ya que no iba a conseguir nada. Ella admitió que no echaba de menos su vida en palacio. Sus hermanas, aunque se preocupaban en cierto modo del reino y sus habitantes, nunca habían enseñado un atisbo de esa preocupación hacia ella, como si no la considerasen una de la familia. Pero la pequeña Nada las seguía queriendo, y deseaba en secreto poder volver y estar bien con ellas. Así que, cuando una estrella fugaz pasó, ambos pidieron un deseo. Ella, pidió una familia y él que se cumpliera el deseo de la chica.

Al día siguiente, la chica despertó como si nada hubiera pasado. Fue a la plaza a comprar como un día cualquiera, pero iba distraída y sin querer chocó contra otra mujer. Lo que en ese momento no sabía, era que se iban a enamorar y casar posteriormente. En ese momento simplemente levantaron la mirada, se disculparon y prosiguieron sus caminos.

Al final de todo, el reinado de las 3 reinas magas llegó a su fin. Fueron asesinadas por sus maridos los cuales no podían permitir no tener un legado. Ellos se hicieron con el poder del reino y formaron la nueva dinastía. Toda la codicia, las ansias de poder y los malos tratos de las hermanas, no sirvió de nada ya que el mago tiempo atrás las había embrujado. Sin embargo, Nada formó esa familia que tanto deseaba y murió de anciana plácidamente durmiendo al lado de su amada. 


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